viernes, 1 de enero de 2010

Año equis

Nada. Sólo la nada. La terquedad de mantenerse frente al vacío que asfixia. El horror a la nada. La serpiente que se escurre entre las manos. Los dedos ciegos. El parpadeo que no cesa.
Una luz intermitente, que impide el paso de las palabras.
La persistencia, la terquedad que de nada sirve a estas alturas del sueño.
Echar el ancla. Detenerse.
El instante que se alarga, deforma al tiempo. Lo atrapa.
El río se detiene.
Inmóvil, el agua se vuelve espejo. Refleja una sombra que se escurre, se fragmenta y se rehace. Un colibrí suspenso. Un aleteo lentísimo.
¿Qué forma tiene un minuto?
La del agua que esculpe a la piedra, que la borra con su persistente blandura.

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