jueves, 9 de julio de 2009

El Síndrome de Peter Pan

Todos hemos oído la historia de Peter Pan, el niño que no podía crecer. Así, atrapado perpetuamente en la infancia, se entregaba a un sinfín de aventuras.
Algo similar ocurre en la actualidad. El mundo se hace más pequeño, o se resiste a crecer. De la miniaturización al Síndrome de Peter Pan sólo hay una nanopartícula.
El acortamiento de palabras en el chat es otro rostro de esta tendencia económica a reducir, a mantener en estado mínimo. Ya lo dijo un clásico: lo bueno, si breve, dos veces bueno. Así que para rendirle homenaje a la cita citable, esta colaboración ahorrará palabras, pero no perderá sentido.
Ahora que la economía se ha vuelto una palabra de uso común, démosle una buena aplicación. Economicemos, ahorremos, acortemos. Dejemos que tomen el poder los niños de 40 años, esos que se ahorraron una etapa de la vida: la madurez, y así tienen al mundo: uno de juguete, que se niega sistemáticamente a crecer.
Nadie puede negar que hay una tendencia global a mantenernos aferrados a nuestra infancia o, cuando mucho, a la pubertad. Y no sólo por los gestos exteriores, como la locura desatada por los gadgets (del iPod, a las notebooks, pasando por las consolas PSP o los celulares ultra slim: todo lo que sirva para jugar, para divertirse, para pasar el rato); no, más allá de eso, Peter Pan ha impuesto su fobia a la madurez: el mundo es gobernado por la primera generación de niños cuarentones. Y para muestra basta nuestro minipresidente.
Y es que la tendencia a la miniaturización habla de una obsesión por los mundos de juguete. Quizás así creamos que tenemos al mundo bajo nuestro control; tal vez se trate de nuestro afán de abarcarlo todo con una mirada. Probablemente de esa manera podamos considerarnos como un pequeño dios, malcriado y berrinchudo, que puede disponer a su antojo de todo lo que tiene a sus pies.
Un Dios-Niño aterrorizado por la posibilidad de crecer y de asumir responsabilidades. Porque ahora lo único que importa es el juego, pasarla bien, hacer del trabajo una diversión y reducirlo todo a sus mínimos componentes. Todo pequeño, todo reducido, todo acortado.
El juego y los juguetes han dejado de ser exclusivos de los niños, para ser utilizados por un número cada vez mayor de adultos que se niegan a aceptar su edad.
Así, en los centros comerciales y en tiendas exclusivas encontramos juguetes para adultos, no sólo eróticos, sino muñequitos de edición limitada para coleccionistas, que muchas de las veces nunca salen de la caja donde vienen empacados (lo que hace recordar a Pete el Apestoso, aquel juguete que aparece en Toy Story 2 y que nunca fue manejado por un niño).
De igual manera, se producen caricaturas para adultos, como Padre de familia, South Park o American Dad, cuya temática es básicamente para los “grandes” del hogar. A esto se suman cómics diseñados exclusivamente para adultos, como ocurre con Sin City, la saga creada por Frank Miller.
A darle al juego.

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